Visitar galerías de arte, tanto como desatascarme con hilo dental, es algo que sé que me es beneficioso, pero raramente lo hago. Igual que el agobio tras el segundo diente, con una pintura ya he visto bastante.

Pero marcharse de inmediato, después de una ojeada, es de muy mal gusto. Así que ahora sólo voy de inauguraciones - en estas nadie se da cuenta de que realmente estás allí por el vino tinto. Creo que mi galería ideal sería diminuta, mínima, que de un único vistazo la abarcarías.

Mi reclamo ha sido oído por El Escaparate en El Born y Siete Metros en el Raval. Siguiendo los pasos de la Wrong Gallery en Chelsea, Nueva York, del tamaño justo de la puerta, ambos espacios son minúsculos, poco más que aparadores. Párate, mira, y estarás servido. ¿Quién dijo que lo pequeño no es hermoso?