En algún lugar leí el año pasado que comer fuera es mejor para el medio ambiente que si cocinas tú mismo. Me sentí reivindicada - en lugar de ser una vaga por negarme a guisar, era ecológicamente responsable.

Pero los estudios medioambientales son tan inconstantes como la moda femenina - lo que antes era bueno, este año es impresentable - y, a pesar de googlear lo mejor que pude para demostrar lo contrario, queda claro: esta temporada, comer fuera es positivamente malo.

Así, habiendo proclamado con orgullo mis credenciales verdes, únicamente queda un remedio: las entregas a domicilio.

Quizás esperes a que me sienta culpable por esta pequeña eco-maniobra, por lo menos si no me conoces bien. Pero, gracias a un recipiente de acero y a mi restaurante tailandés predilecto, tales sentimientos indecorosos no harán falta.